Habló en sus versos del “alba mentida de Nueva York”, de los “cenicientos cristales de Broadway”, de “arena, caimán y miedo”, destripando las avenidas de la Gran Manzana en poderosas imágenes que marcaron un antes y un después en su poesía. Federico García Lorca llegó a esta ciudad en junio de 1929 y la dejó camino de Cuba en marzo del año siguiente. No aprendió inglés como se proponía al matricularse en la Universidad de Columbia, pero al marchar se llevó consigo el puñado de poemas que acabaron conformando su Poeta en Nueva York.
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