El brainstorming o lluvia de ideas es una técnica que muchas veces, consciente o inconscientemente utilizamos en clase para diversas finalidades, como por ejemplo detectar los conocimientos previos del alumnado sobre un tema nuevo. Es preciso que los participantes conozcan bien cómo funciona el mecanismo, para así mejorar la participación.
No obstante, podemos convertir la técnica en una finalidad a la par que un medio. Bajo mi punto de vista, el colegio primero y el instituto más tarde, no son espacios que favorezcan la creatividad, la originalidad y la creación de nuevas ideas. Es por ello, que parece necesario trabajar algunas habilidades sociales de los alumnos y alumnas, como la capacidad de generar ideas en un grupo de trabajo o aprovechar el trabajo colectivo. El objetivo último de la actividad está muy abierto a nuestras necesidades, generación de guiones cinematográficos, obras de teatro, textos narrativos, labores del alumnado (limpieza, actividades complementarias,…) etc.
Debemos favorecer la creatividad sin poner límites a los chicos y chicas. Para ello, intentaremos explicar muy bien el proceso para poder inhibirnos durante su realización. Para ello podemos, además, nombrar un coordinador para cada grupo, buscando a los más dinámicos y participativos. Otra de las reglas de oro es dejar claro que, dentro del respeto y la seriedad, todo está permitido. No hay ideas malas ni locas, porque lo que no vale directamente puede encender la chispa en otra mente, que es justo lo que persigue esta técnica. Además, el espacio debe ser favorecedor del intercambio, agrupando a los participantes de manera que siempre se vean las caras, ya que el lenguaje no verbal es también y importante y también debido a que la visión directa estimula la confianza y la sensación de grupo.